Confessione di alcuni Giovani della GMG presso il Giardino Vasco de Gama
Incontro con i Rappresentanti di alcuni Centri di Assistenza e di Carità nel Centro Paroquial de Serafina
Confessione di alcuni Giovani della GMG presso il Giardino Vasco de Gama
Questa mattina, dopo aver celebrato la Santa Messa in privato, il Santo Padre Francesco si è trasferito in auto al Giardino Vasco de Gama dove, alle ore 9.00 (10.00 ora di Roma), ha confessato alcuni Giovani della GMG. Quindi si è trasferito in auto al Centro Paroquial de Serafina.
Prima di lasciare la Nunziatura, questa mattina Papa Francesco ha incontrato brevemente una signora di 106 anni, Maria da Conceição Brito Mendonça, nata il giorno delle apparizioni di Fatima, il 13 maggio 1917, e la giovane Edna Pina Lopes Rodrigues, che soffre di una grave malattia e alla quale il Papa aveva inviato un messaggio di affetto e di preghiera nel giugno scorso.
[01204-IT.02]
Incontro con i Rappresentanti di alcuni Centri di Assistenza e di Carità nel Centro Paroquial de Serafina
Discorso del Santo Padre
Traduzione in lingua portoghese
Traduzione in lingua italiana
Traduzione in lingua francese
Traduzione in lingua inglese
Traduzione in lingua tedesca
Traduzione in lingua polacca
Traduzione in lingua araba
Questa mattina, dopo la Confessione di alcuni Giovani della GMG, alle ore 9.45 (10.45 ora di Roma), il Santo Padre Francesco ha incontrato i Rappresentanti di alcuni Centri di Assistenza e di Carità nel Centro Paroquial de Serafina. Erano presenti all’incontro il Centro Paroquial de Serafina, la Casa Famiglia Ajuda de Berço e l’Associazione Acreditar.
Dopo il canto iniziale e l’accoglienza del Parroco e Direttore del Centro, hanno avuto luogo le presentazioni del Centro Paroquial de Serafina, della Casa Famiglia Ajuda de Berço e dell’Associazione Acreditar. Quindi il Papa ha pronunciato il Suo discorso.
Al termine dell’incontro, dopo la recita del Padre Nostro, la Benedizione finale e l’esecuzione di un canto, il Santo Padre è rientrato nella Nunziatura Apostolica di Lisbona dove, alle ore 12.00 (13.00 ora di Roma), ha pranzato con il Patriarca di Lisbona, Em.mo Card. Manuel Clemente, e con 10 giovani di diverse nazionalità. Prima del pranzo con i giovani, inoltre, Papa Francesco ha incontrato brevemente il giornalista israeliano Henrique Cymerman.
Al rientro in Nunziatura, al termine della mattinata, Papa Francesco ha ricevuto la visita di una delegazione del centro internazionale di dialogo KAICIID, accompagnata dal Card. Ayuso.
Nel salutarla, ha espresso la sua gratitudine per la visita e rivolto ai presenti alcune parole sul valore della fraternità e del dialogo e il pericolo del monologo e del proselitismo.
Successivamente Papa Francesco si è intrattenuto in conversazione con Rahim Aga Khan, figlio della guida della comunità ismaelita, che ha il suo centro a Lisbona.
Infine, il Papa ha ricevuto un gruppo di religiosi e persone di diverse fedi e confessioni cristiane coinvolte nell’impegno ecumenico ed interreligioso della Chiesa portoghese.
Papa Francesco ha ringraziato i presenti per la fraternità vissuta, per gli sforzi di dialogo, raccomandando loro di prendersi cura dei giovani, che “sono allegri, ma non superficiali”, e rischiano di essere “anestetizzati” dal mondo che li circonda.
Pubblichiamo di seguito il discorso e le parole a braccio che Papa Francesco ha pronunciato nel corso dell’incontro con i Rappresentanti di alcuni Centri di Assistenza e di Carità:
Discorso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas: Bom dia!
Le agradezco al párroco sus palabras y los saludo a todos ustedes, en particular a los amigos del Centro Paroquial da Serafina, de la Casa Famiglia Ajuda de Berço y de la Asociación Acreditar. Y agradezco las palabras de ustedes que han mostrado el trabajo que se hace. Gracias. Es lindo estar juntos, en el contexto de la Jornada Mundial de la Juventud, mientras contemplamos a la Virgen que se levanta para ir a ayudar (cf. Lc 1,39). La caridad, de hecho, es el origen y la meta del camino cristiano, y la presencia de ustedes, realidad concreta de “amor en acción”, nos ayuda a no olvidar la ruta, el sentido de lo que estamos haciendo siempre. Gracias por sus testimonios, de los que quisiera subrayar tres aspectos: hacer el bien juntos, actuar concretamente y estar cerca de los más frágiles. O sea, hacer el bien juntos, actuar concretamente —no sólo con ideas, sino concretamente— y estar cerca de los más frágiles.
Primero: hacer el bien juntos. “Juntos” es la palabra clave, que se ha repetido muchas veces en las intervenciones. Vivir, ayudar y amar juntos; jóvenes y adultos, sanos y enfermos, juntos. João nos ha dicho algo muy importante, que uno no se debe dejar “definir” por la enfermedad, sino hacerla parte viva del aporte que nosotros damos al conjunto de la comunidad. Es verdad, no debemos dejarnos “definir” por la enfermedad, o por los problemas, porque no somos nosotros una enfermedad, no somos un problema. Cada uno de nosotros es un regalo, es un don, un don único —con sus límites—, pero un don, un don valioso y sagrado para Dios, para la comunidad cristiana y para la comunidad humana. Entonces, así como somos, enriquezcamos el conjunto y dejémonos enriquecer por el conjunto.
Segundo: actuar concretamente. También esto es importante. Como nos ha recordado don Francisco, citando a san Juan XXIII, la Iglesia «no es un museo de arqueología —algunos la piensan así, pero no es—, es la antigua fuente del pueblo que suministra el agua a las generaciones actuales» (Homilía después de la Misa eslavo bizantina, 13 noviembre 1960) igual que a las futuras. La fuente sirve para apagar la sed de las personas que llegan, con el peso del viaje o de la vida. Y son concreción, por tanto, atención al “aquí y ahora”, como ya están haciendo ustedes con un esmero en los detalles y un sentido práctico, hermosas virtudes típicas del pueblo portugués.
Cuando no se pierde tiempo en lamentarse de la realidad, sino que nos preocupamos por afrontar las necesidades concretas, con alegría y confianza en la Providencia, ocurren cosas maravillosas. Lo atestigua vuestra historia. Del cruce de miradas con un anciano en la calle nace un centro de caridad integral, como este en el que nos encontramos; de un desafío moral y social, la “campaña por la vida”, nace una asociación que ayuda a las madres y a las familias que esperan un bebé, así como a niños, adolescentes y jóvenes en dificultad, para que, como nos ha dicho Sandra, encuentren un proyecto de vida seguro; de la experiencia de la enfermedad nace una comunidad de apoyo a quien afronta la batalla contra el cáncer, especialmente los niños, para que, como nos ha dicho João, “el progreso del tratamiento y una mejor calidad de vida sean para ellos una realidad”. Gracias por todo lo que hacen. Con mansedumbre y amabilidad, sigan dejándose interpelar por la realidad, con sus pobrezas antiguas y nuevas, y respondan de manera concreta, con creatividad y valentía.
El tercer aspecto: estar cerca de los más frágiles. Todos somos frágiles y menesterosos, pero la mirada de compasión del Evangelio nos lleva a ver lo que le falta a quien más necesita. Y a servir a los pobres, los predilectos de Dios, que se hizo pobre por nosotros (cf. 2 Co 8,9), a los excluidos, los marginados, los descartados, los pequeños, los indefensos. Ellos son el tesoro de la Iglesia, son los preferidos de Dios. Y, entre ellos, recordemos que no debemos hacer distinciones. Para un cristiano, en efecto, no hay preferencias ante el necesitado que llama a nuestra puerta, ya sean connacionales o extranjeros, pertenecientes a un grupo o a otro, jóvenes o ancianos, simpáticos o antipáticos.
Y, a propósito de caridad, quisiera contarles ahora una historia, especialmente a ustedes los más pequeños, que puede que no la conozcan. Es la historia real de un joven portugués que vivió hace mucho tiempo. Se llamaba Juan Ciudad y habitaba en Montemor-o-Novo. Soñaba con una vida de aventuras y por eso, siendo un muchacho, se fue de casa buscando la felicidad. La encontró después de muchos años y peripecias, cuando halló a Jesús. Y se alegró tanto de ese descubrimiento que decidió incluso cambiarse el nombre y no llamarse más Juan Ciudad, sino Juan de Dios. E hizo una cosa audaz, fue a la ciudad y se puso a pedir limosna por la calle, diciendo a la gente: “Hermanos, haced bien a vosotros mismos”. ¿Entienden? Pedía caridad, y a quienes le daban les decía que, ayudándolo a él, en realidad se ayudaban ante todo a ellos mismos. Es decir, explicaba que los gestos de amor son, en primer lugar, un don para el que los hace, antes incluso que para quien los recibe; porque todo lo que se acapara para uno mismo se perderá, mientras que lo que se da por amor no se desperdiciará nunca, sino que será nuestro tesoro en el cielo.
Por eso decía: “Hermanos, haced bien a vosotros mismos”. Pero el amor no nos hará felices sólo cuando estemos en el cielo, sino que lo hace ya aquí en la tierra, porque dilata el corazón y nos permite abrazar el sentido de la existencia. Si queremos ser verdaderamente felices, aprendamos a trasformar todo en amor, ofreciendo a los demás nuestro trabajo y nuestro tiempo, pronunciando palabras y realizando gestos buenos; incluso con una sonrisa, con un abrazo, con la escucha, con una mirada. Queridos chicos, hermanos y hermanas, vivamos de ese modo. Todos podemos hacerlo y todos lo necesitamos, aquí y en cualquier parte del mundo.
¿Saben lo que le sucedió a Juan? Que no lo entendieron. Pensaban que estaba loco y lo encerraron en un manicomio. Pero él no se desmoralizó, porque el amor no se rinde, porque quien sigue a Jesús no pierde la paz ni se lamenta. Y precisamente allí, en el manicomio, llevando la cruz, llegó la inspiración de Dios. Juan se dio cuenta de las necesidades que tenían los enfermos y, cuando finalmente lo dejaron salir, después de algunos meses, comenzó a hacerse cargo de ellos con otros compañeros, fundando una orden religiosa: los Hermanos Hospitalarios. Pero algunos empezaron a llamarlos de otro modo, con las palabras que aquel joven repetía a todos, “Hermanos, haced bien”. Nosotros en Roma los llamamos así: Fatebenefratelli. Qué hermoso nombre, qué enseñanza importante. Ayudar a los demás es un don para uno mismo y hace bien a todos. Sí, amar es un don para todos. Recordemos que “o amor é um presente para todos!”. Repitámoslo juntos: o amor é um presente para todos!
Amémonos así. Sigan haciendo de sus vidas un regalo de amor y de alegría. Les agradezco y los animo a todos, especialmente a los niños, a seguir adelante y a rezar por mí. Obrigado!
***
[Palabras espontáneas después de entregar el discurso]
Son muchas las cosas que quisiera decirles ahora, pero sucede que no me están funcionando los “reflectores”. Y no puedo leer bien, y así que se los voy a dar para que lo hagan público esto después, y no forzar la vista y leer mal. Eso no se puede hacer.
Solamente quiero detenerme ya en algo que no está escrito, pero está en el espíritu del encuentro: lo concreto. No hay amor abstracto, no existe. El amor platónico está en órbita, no está en la realidad. El amor concreto, ese que se ensucia las manos, y cada uno de nosotros puede preguntar: ¿el amor que yo siento a todos los de aquí, lo que siento sobre los demás, es concreto o abstracto? Yo, cuando le doy la mano a una persona necesitada, a un enfermo, a un marginado, después de dar la mano, ¿hago así enseguida, para que no se me “contagie”? ¿Le tengo asco a la pobreza, a la pobreza de los demás? ¿Busco siempre la vida destilada, esa que existe en mi fantasía, pero no existe en la realidad? ¡Cuántas vidas destiladas, inútiles, que pasan por la vida sin dejar huella, porque su vida no tiene peso!
Y aquí tenemos una realidad que deja huella, una realidad de tantos años, que está dejando una huella que es de inspiración a los demás. No podría existir una Jornada Mundial de la Juventud sin tener en cuenta esta realidad, porque esto también es juventud, en el sentido de que ustedes generan vida nueva continuamente. Ustedes, con esta conducta de ustedes, con el compromiso de ustedes, con el ensuciarse las manos de ustedes por tocar la realidad y la miseria de los demás, están generando inspiración, están generando vida, y gracias por eso. Se los agradezco de todo corazón. ¡Sigan adelante y no se desanimen! Y si se desaniman, tomen un vaso de agua y sigan para adelante.
[01189-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua portoghese
Queridos irmãos e irmãs, bom dia!
Agradeço ao pároco as suas palavras, e saúdo a todos os presentes, em particular aos amigos do Centro Paroquial da Serafina, da Casa Família Ajuda de Berço e da Associação Acreditar. E agradeço as vossas palavras que ilustraram o trabalho que aqui se faz. Obrigado! É bom estarmos aqui juntos no contexto da Jornada Mundial da Juventude, enquanto olhamos para a Virgem que Se levanta para ir ajudar. De facto, a caridade é a origem e a meta do caminho cristão, e a vossa presença, realidade concreta de «amor em ação», ajuda-nos a não esquecer a rota, o sentido daquilo que sempre estamos a fazer. Obrigado pelos vossos testemunhos, dos quais quero destacar três aspetos: fazer juntos o bem, agir no concreto e estar próximo dos mais frágeis. Por outras palavras, fazer o bem juntos, agir concretamente, isto é, não só com ideias mas concretamente, estar perto dos mais frágeis.
Primeiro, fazer juntos o bem. «Juntos» é a palavra-chave, que foi repetida muitas vezes nas intervenções. Viver, ajudar e amar juntos: jovens e adultos, sãos e doentes… juntos. O João disse-nos uma coisa importante: é preciso não se deixar «definir» pela doença, mas fazer dela parte viva do contributo que prestamos ao conjunto da comunidade. É verdade! Não devemos deixar-nos «definir» pela doença ou pelos problemas, porque não somos uma doença, não somos um problema. Cada um de nós é um presente, é um dom único, com os seus limites mas um dom precioso e sagrado para Deus, para a comunidade cristã e para a comunidade humana. E, assim como somos, enriquecemos o conjunto e deixamo-nos enriquecer pelo conjunto!
Segundo, agir no concreto. Também isto é importante. Como nos recordou o padre Francisco, inspirando-se em São João XXIII, a Igreja «não é um museu de arqueologia – alguns imaginam-na assim, mas não o é –; a Igreja é o antigo fontanário da aldeia que fornece água à geração de hoje» (São João XXIII, Homilia depois da Missa eslavo-bizantina, 13/XI/1960) como às futuras gerações. O fontanário serve para matar a sede das pessoas que chegam com o peso da viagem ou da vida, na sua dimensão concreta. Por conseguinte é necessária concretização, atenção ao «aqui e agora», como aliás já fazeis com o cuidado dos pormenores e sentido prático, belas virtudes típicas do povo português.
Quando não se perde tempo a lamentar-se da realidade, mas se tem a preocupação de ir ao encontro das carências concretas, com alegria e confiança na Providência, acontecem coisas maravilhosas. Assim o testemunha a vossa história: do encontro com o olhar de um idoso na rua, nasce um centro de caridade «de todo o respeito», como este em que nos encontramos; de um desafio moral e social qual é a «campanha pela vida», nasce uma associação que ajuda grávidas e sua família, crianças, adolescentes e jovens em dificuldade, para encontrarem um projeto de vida seguro, como nos contou Sandra; da experiência da doença nasce uma comunidade de apoio a quem luta contra o cancro, especialmente crianças, de modo que «os progressos no tratamento e a melhor qualidade de vida se tornem realidade para eles», como nos disse o João. Obrigado pelo que fazeis! Continuai com mansidão e gentileza a deixar-vos interpelar pela realidade, com as suas pobrezas antigas e novas, e a responder de forma concreta, com criatividade e coragem.
O terceiro aspeto: estar próximo dos mais frágeis. Todos somos frágeis e necessitados, mas o olhar feito de compaixão, próprio do Evangelho, leva-nos a ver as necessidades de quem mais precisa. Leva-nos a servir os pobres, os prediletos de Deus que Se fez pobre por nós (cf. 2 Cor 8, 9): os excluídos, os marginalizados, os descartados, os humildes, os indefesos. São eles o tesouro da Igreja, são os preferidos de Deus! E recordemo-nos sempre de não estabelecer diferenças entre eles; de facto, para um cristão, não há preferências face a quem, necessitado, bate à nossa porta: compatriotas ou estrangeiros, pertencentes a este ou àquele grupo, jovens ou idosos, simpáticos ou antipáticos...
A propósito de caridade, quero agora contar-vos uma história, especialmente a vós, crianças, que talvez não conheçais. É a história real dum jovem português que viveu há muito tempo. Chamava-se João Cidade e habitava em Montemor-o-Novo. Sonhava com uma vida aventureira; por isso, adolescente ainda, partiu de casa à procura da felicidade. Achou-a depois de vários anos e muitas aventuras, quando encontrou Jesus. E ficou tão contente com a descoberta que até decidiu mudar o nome, chamando-se a partir de então, não João Cidade, mas João de Deus. E fez uma coisa ousada: foi pela cidade e começou a pedir esmola pelas ruas, dizendo às pessoas: «Fazei bem, irmãos, a vós mesmos!» Compreendeis? Pedia a esmola, mas dizia a quantos lha davam que, ajudando-o a ele, na realidade estavam a ajudar primariamente a si próprios! Ou seja, explicava que os gestos de amor são um dom primariamente para quem os cumpre, antes mesmo de o serem para quem os recebe; porque tudo o que se acumula para si mesmo perder-se-á, enquanto aquilo que se dá por amor nunca se desperdiça, mas será o nosso tesouro no céu.
Por isso dizia: «Fazei bem, irmãos, a vós mesmos!» Porém o amor não torna felizes só no céu, mas já aqui na terra, porque dilata o coração e permite abraçar o sentido da vida. Se queremos ser verdadeiramente felizes, aprendamos a transformar tudo em amor, oferecendo aos outros o nosso trabalho e o nosso tempo, dizendo palavras edificantes e realizando boas ações, mesmo com um sorriso, com um abraço, com a escuta, com o olhar. Queridos adolescentes, irmãos e irmãs, vivamos assim! Todos podemos fazê-lo e disto mesmo todos precisamos, aqui e em qualquer lugar do mundo.
Sabeis o que aconteceu depois a João? Não o entenderam! Pensavam que estava maluco e fecharam-no num manicómio. Mas ele não se desmoralizou, porque o amor não se arrende e quem segue Jesus não perde a paz nem se põe a lamentar a sua sorte. E foi precisamente lá, no manicómio, carregando a cruz, que chegou a inspiração de Deus. João deu-se conta de quanto aqueles doentes precisavam de ajuda e, quando finalmente o deixaram sair, depois de alguns meses, começou a cuidar deles com outros companheiros, fundando uma Ordem Religiosa: os Irmãos Hospitaleiros. Alguns, porém, começaram a designá-los doutro modo, ou seja, com as palavras «fazei bem, irmãos…» que aquele jovem ia repetindo a todos. Assim são chamados em Roma: Fatebenefratelli. É um belo nome, e um ensinamento importante! Ajudar os outros é um dom para si próprio e faz bem a todos. É verdade! Amar é um dom para todos! Recordemo-nos: o amor é um presente para todos! Vamos repetir juntos: «o amor é um presente para todos»!
Amemo-nos assim! Continuai a fazer da vida um presente de amor e de alegria. Fico-vos grato e recomendo a todos, mas especialmente às crianças: continuai a rezar por mim. Obrigado!
***
Palavras improvisadas
Há muitas coisas que gostaria de vos dizer agora, mas os meus «holofotes» [os olhos] – acontece – não estão a funcionar como deviam e não consigo ler bem. Por isso entrego-vos o discurso para o publicardes depois. Não se pode forçar a vista e ler mal.
Quero deter-me apenas em algo que não está escrito, mas está no espírito do encontro: a concretização. Não existe amor abstrato; não existe! O amor platónico vive em órbita, não está na realidade. Real é o amor concreto, aquele em que se sujam as mãos. Cada um de nós pode perguntar-se: o amor que sinto por todos aqueles que estão aqui, o amor que sinto pelos outros, é concreto ou abstrato? Depois de estenderes a mão a uma pessoa necessitada, a um doente, a um marginalizado… fazes logo assim [esfrega a mão na roupa] para não te contagiar? Enoja-me a pobreza, a pobreza dos outros? Procuro sempre a vida «destilada», a vida que existe na minha fantasia, não na realidade? Quantas vidas destiladas, inúteis que passam sem deixar uma marca, porque tais vidas não têm peso!
E aqui temos uma realidade que deixa uma marca, uma realidade de muitos anos, tantos anos, que vai deixando uma marca que serve de inspiração para os outros. Não poderia haver uma Jornada Mundial da Juventude sem ter em conta esta realidade. Porque também isto é juventude, no sentido de que vós gerais continuamente vida nova. Com a vossa conduta, o vosso empenho, as vossas mãos sujas por tocarem a realidade da miséria dos outros, estais a gerar inspiração, estais a gerar vida. Obrigado por isso! Agradeço-vos de todo o coração. Continuai para diante e não desanimeis! E se desanimardes, bebei um copo de água e segui para a frente!
[01189-PO.02] [Texto original: Espanhol]
Traduzione in lingua italiana
Cari fratelli e sorelle, buongiorno!
Ringrazio il Parroco per le sue parole e saluto tutti voi, in particolare gli amici del Centro Paroquial da Serafina, della Casa Famiglia Ajuda de Berço e dell’Associazione Acreditar. E ringrazio per le vostre parole che hanno illustrato il lavoro che si fa, grazie! È bello essere qui insieme nel contesto della Giornata Mondiale della Gioventù, mentre guardiamo alla Vergine che si alza per andare ad aiutare. La carità, infatti, è l’origine e la meta del cammino cristiano, e la vostra presenza, realtà concreta di “amore in azione”, ci aiuta a non dimenticare la rotta, il senso di quello che stiamo facendo sempre. Grazie per le vostre testimonianze, delle quali vorrei sottolineare tre aspetti: fare il bene insieme, agire concretamente e stare vicini ai più fragili. Ossia, fare il bene insieme, agire concretamente, non solo con idee, bensì concretamente, stare vicino ai più fragili.
Primo: fare il bene insieme. “Insieme” è la parola chiave, che è stata ripetuta tante volte negli interventi. Vivere, aiutare e amare insieme: giovani e adulti, sani e malati, insieme. João ci ha detto una cosa molto importante: che non bisogna lasciarsi “definire” dalla malattia, ma farne parte viva del contributo che diamo all’insieme della comunità. È vero: non dobbiamo lasciarci “definire” dalla malattia o dai problemi, perché noi non siamo una malattia, non siamo o un problema: ciascuno di noi è un regalo, è un dono, un dono unico, con i suoi limiti, ma un dono, un dono prezioso e sacro per Dio, per la comunità cristiana e per la comunità umana. Allora, così come siamo, arricchiamo l’insieme e lasciamoci arricchire dall’insieme!
Secondo: agire concretamente. Anche questo è importante. Come ci ha ricordato don Francisco, citando San Giovanni XXIII, la Chiesa non è un museo di archeologia. Alcuni la pensano così, ma non lo è. È l’antica fontana del villaggio che dà l’acqua alle generazioni di oggi come a quelle future (cfr Omelia nella Liturgia in Rito Bizantino-Slavo in onore di S. Giovanni Crisostomo, 13 novembre 1960). La fontana serve per placare la sete delle persone che arrivano, con il peso del viaggio o della vita e sono concretezza. Concretezza, dunque, attenzione al “qui e ora”, come già fate, con cura dei particolari e senso pratico, belle virtù tipiche del popolo portoghese.
Quando non si perde tempo a lamentarsi della realtà, ma ci si preoccupa di andare incontro ai bisogni concreti, con gioia e fiducia nella Provvidenza, accadono cose meravigliose. Lo testimonia la vostra storia: dall’incontro con lo sguardo di un anziano sulla strada nasce un centro di carità “a tutto tondo”, come quello in cui ci troviamo; da una sfida morale e sociale, la “campagna per la vita”, nasce un’associazione che aiuta mamme e famiglie in attesa, bambini, ragazzi e giovani in difficoltà, perché, come ci ha raccontato Sandra, trovino un progetto di vita sicuro; dall’esperienza della malattia nasce una comunità di sostegno a chi affronta la battaglia contro il cancro, specialmente ai bambini, affinché, come ci ha detto João, «l’evoluzione della cura e la migliore qualità della vita diventino per loro una realtà». Grazie per quello che fate! Continuate con mitezza e gentilezza a lasciarvi interrogare dalla realtà, con le sue povertà antiche e nuove, e a rispondere in modo concreto, con creatività e coraggio.
Il terzo aspetto: stare vicini ai più fragili. Tutti siamo fragili e bisognosi, ma lo sguardo di compassione del Vangelo ci porta a vedere le necessità di chi ha più bisogno. E a servire i poveri, i prediletti di Dio che si è fatto povero per noi (cfr 2 Cor 8,9): gli esclusi, gli emarginati, gli scartati, i piccoli, gli indifesi. Sono loro il tesoro della Chiesa, sono i preferiti di Dio! E, tra di loro, ricordiamoci di non fare differenze. Per un cristiano, infatti, non ci sono preferenze di fronte a chi bussa bisognoso alla porta: connazionali o stranieri, appartenenti a un gruppo o ad un altro, giovani o anziani, simpatici o antipatici...
E, a proposito di carità, vorrei ora raccontarvi una storia, specialmente a voi bambini, che forse non la conoscete. È la storia, veramente accaduta, di un giovane portoghese vissuto molto tempo fa. Si chiamava Giovanni Ciudad e abitava a Montemor-o-Novo. Sognava una vita avventurosa e così, da ragazzo, partì da casa in cerca della felicità. La trovò dopo tanti anni e molte avventure, quando incontrò Gesù. E fu così felice della scoperta che decise di cambiare perfino il nome e di chiamarsi, da allora in poi, non più Giovanni Ciudad, ma Giovanni di Dio. E fece una cosa ardita: andò in città e si mise a chiedere l’elemosina per strada, dicendo alla gente: «Fate del bene, fratelli, a voi stessi!». Capite? Chiedeva la carità, ma diceva a quelli che gliela facevano che, aiutando lui, in realtà aiutavano prima di tutto sé stessi! Spiegava, cioè, che i gesti d’amore sono un dono anzitutto per chi li fa, prima ancora che per chi li riceve; perché tutto quello che si accaparra per sé andrà perso, mentre quello che si dona per amore non andrà mai sprecato, ma sarà il nostro tesoro in cielo.
Per questo diceva: «Fate del bene, fratelli, a voi stessi!». Ma l’amore non rende felici solo in cielo, bensì già qui in terra, perché dilata il cuore e permette di abbracciare il senso della vita. Se vogliamo essere davvero felici, impariamo a trasformare tutto in amore, offrendo agli altri il nostro lavoro e il nostro tempo, dicendo parole e compiendo gesti buoni, anche con un sorriso, con un abbraccio, con l’ascolto, con lo sguardo. Cari ragazzi, fratelli e sorelle, viviamo così! Tutti possiamo farlo e tutti ne abbiamo bisogno, qui e ovunque nel mondo.
Sapete poi cosa successe a Giovanni? Che non lo capirono! Pensavano che fosse matto e lo chiusero in un manicomio. Ma lui non si demoralizzò, perché l’amore non si arrende, perché chi segue Gesù non perde la pace e non si piange addosso. E proprio lì, in manicomio, portando la croce, arrivò l’ispirazione di Dio. Giovanni si rese conto di quanto i malati avessero bisogno di aiuto e, quando finalmente lo lasciarono uscire, dopo alcuni mesi, cominciò a prendersi cura di loro con altri compagni, fondando un ordine religioso: i Fratelli Ospedalieri. Alcuni, però, cominciarono a chiamarli in un altro modo, proprio con le parole di quel giovane che diceva a tutti: “Fate-del-bene-fratelli”! A Roma noi li chiamiamo così: i “Fatebenefratelli”. Che bel nome, che insegnamento importante! Aiutare gli altri è un dono per sé e fa bene a tutti. Sì, amare è un dono per tutti! Ricordiamoci: “o amor é um presente para todos!”. Ripetiamolo insieme: o amor é um presente para todos!
Amiamoci così! Continuate a fare della vita un regalo d’amore e di gioia. Io vi ringrazio e vi raccomando, tutti quanti ma specialmente i bambini, andate avanti a pregare per me. Obrigado!
***
[Parole a braccio]
Sono molte le cose che vorrei dirvi ora, ma succede che non mi stanno funzionando “i riflettori” e non posso leggere bene. Perciò ve lo consegno, perché lo rendiate pubblico poi. Non si può forzare la vista e leggere male.
Voglio solo soffermarmi su qualcosa che non è scritto, ma che sta nello spirito dell’incontro: la concretezza. Non esiste amore astratto, non esiste. L’amore platonico sta in orbita, non sta nella realtà. L’amore concreto, quello che si sporca le mani. Ognuno di noi può chiedere: l’amore che io sento per tutti quelli che stanno qui, quello che sento per gli altri, è concreto o astratto? Quando io do la mano a una persona bisognosa, a un malato, a un emarginato, dopo aver dato la mano, faccio subito così [strofina la mano sulla veste] per non contagiarmi? Mi disgusta la povertà, la povertà degli altri? Cerco sempre la vita “distillata”, quella che esiste nella mia fantasia, ma non esiste nella realtà? Quante vite distillate, inutili, che passano senza lasciare un’impronta, perché quelle vite non hanno peso!
E qui abbiamo una realtà che lascia un’impronta, una realtà di tanti anni, tanti anni, che sta lasciando un’impronta che è d’ispirazione per gli altri. Non potrebbe esistere una Giornata Mondiale della Gioventù senza tener conto di questa realtà. Perché anche questo è gioventù, nel senso che voi generate vita nuova continuamente. Con la vostra condotta, con il vostro impegno, con il vostro sporcarvi le mani per toccare la realtà della miseria degli altri, state generando ispirazione, state generando vita. Grazie per questo! Vi ringrazio con tutto il cuore. Andate avanti e non vi scoraggiate! E se vi scoraggiate, prendete un bicchiere d’acqua e andate avanti!
[01189-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua francese
……
[01189-FR.01] [Texte original: Espagnol]
Traduzione in lingua inglese
……..
[01189-EN.02] [Original text: Spanish]
…….
Traduzione in lingua tedesca
…….
[01189-DE.01] [Originalsprache: Spanisch]
Traduzione in lingua polacca
………
[01189-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua araba
…………………….
[01189-AR.02] [Testo originale: Spagnolo]
[B0546-XX.02]